Capítulo 3: No estamos solos


Cada día es un regalo, es una lucha constante con tus problemas, con tu cuerpo con tu familia, en sí con todo lo que te rodea.
Me pongo a pensar en los días en los que todo estaba bien y veía las fotografías de otros años y cuesta creer que mi cuerpo haya cambiado tanto, y lastimosamente no fue para bien. Hace unas dos semanas compartí un poco del blog con uno de mis buenos amigos, pienso que fue buena idea escribirlo porque sólo al hacerlo expreso claramente lo que siento, me es más fácil compartirlo. Me dijeron que lleve un diario con los síntomas y cambios que podía sufrir mientras sobrellevo la artritis. Pero no quise hacerlo tan sistemático, llevarlo de esa manera me hace sentir que estoy enferma de algo más grave y honestamente es una sensación con la que lucho todos los días.
Cada mañana me levanto y hablo con mi cuerpo y le prohíbo sentirse mal, me digo a mi misma que todo está bien y que estoy fuerte. Que la artritis no tiene por qué molestarme y empiezo mi rutina como siempre. Algo cambió, hace tres semanas estaba yendo frecuentemente al gimnasio. Generalmente madrugaba porque no tenía otro horario así que significaba llevar ropa para el trabajo y ducharse ahí para llegar a tiempo a la oficina. Esas tres semanas me bañaba con agua helada, sí no fría. Y terminé con síntomas de gripe que empezó molestándome sólo con catarro y algunas molestias en la garganta que no fueron muchas.
Es la primera vez que tengo gripe desde que estoy con el tratamiento para la artritis, no sé cómo exactamente debe reaccionar mi cuerpo o si puedo tomar algunas medicinas que me ayuden a controlar el virus. Lo cierto es que no tomé nada y solamente combiné una serie de remedios caseros y te caliente con limón y miel. Es verdad que me sentí mejor pero las molestias en la cabeza no cesaban, no es un dolor de cabeza de resfrío, es una pesadez increíble en la nuca, antes sentía que alguien me apretaba el cuero cabelludo y el dolor era constante no calmaba con nada hasta que al dormir sentía más descanso. Ahora siento que mi cabeza es una maceta, no puedo sostenerla en su lugar, pero sólo me pasa cuando empiezo a usar la computadora, y ahí está otra vez mi obsesión con los síntomas y el miedo de tener algo más, que mi cuerpo hable para decirme que hay algo nuevo de qué preocuparse.
Meses atrás cuando aún consumía cloroquina y prednisona las molestias eran algo más recurrentes, cada día alguna articulación me dolía, y sólo quería que llegue la noche para tomar las medicinas y calmar de alguna manera el dolor. Eso es algo que tengo miedo de hacer, tengo pánico de volverme hipocondriaca o peor ser demasiado dependiente de las medicinas. Pero va a ser así toda la vida.
Es posible que las medicinas tengan efectos secundarios, quizás son muy fuertes, no lo sé, son preguntas que debo reservar para mi médico. Igual por si las dudas ya reservé un espacio con el oftalmólogo al fin y al cabo dos años usando los mismos lentes puede ser una causa de los dolores en la cabeza. Hoy tengo mi control después de seis semanas, cada vez que vea al reumatólogo debo ir con un hemograma y análisis de mi sangre para ver que todo esté en orden.
Sé que no entiendo lo que está escrito en el papel, pero mientras vea que está dentro de rango estoy conforme, sólo que mis miedos aparecen otra vez cuando veo que algo ha subido en comparación a los otros análisis. Sabíamos que iba a ser un reto tomar las nuevas medicinas y controlar que todo funcione correctamente. Cuando recibí los análisis ayer por la tarde no voy a negar que estaba feliz, estaba bromeando y dije todo está bien (hasta que comparé los análisis con los de un mes atrás, probablemente fue una mala idea) y otra vez me dormí llorando.
Tener artritis me enseñó a estar más cerca de Dios, me enseñó a hablarle con más confianza y aunque no debía un tiempo me enojé con él. Tenía tantas preguntas, tantos miedos que quería una explicación. Sé que no la voy a tener porque él es Dios, está más allá de nuestro entendimiento. Pero cuando tuve todos esos momentos siempre tuvo una respuesta para mí y ayer no fue la excepción.
“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, y la paciencia prueba, y la prueba esperanza, y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. Romanos 5: 3 -5  

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