Números Rojos


El color rojo generalmente está asociado a una alerta, a que algo está pasando, una llamada de atención, de por sí cuando ves un número rojo sientes que debes tener preocupación. De por sí la asociación a algo malo viene a la mente y dejamos de ver al rojo como lo que es: un color.  
Aprendí a tenerle miedo al color rojo cuando fui diagnosticada con artritis reumatoide, nunca voy a olvidar como el primer análisis apareció ese número rojo acompañado de dos ceros. Fue el momento en el que mi cuerpo estaba mandando una alerta para decir que algo no estaba bien.  
Durante un año tuve que lidiar con esos números rojos, tuve episodios de frustraciones en los que no sentía mejoría y solo pasaba por mi mente que las medicinas no estaban funcionando. Los periodos de crisis generalmente ocurrían días antes de mis controles médicos. Una vez al mes en promedio sagradamente visito el laboratorio de análisis para realizar exámenes de sangre y ver en qué estado se encuentra reactiva de inflamación, además de controlar que mi hígado y otros órganos estén funcionando bien por las medicinas que tomo regularmente. 
Cuando el pinchazo termina, ese eterno e incómodo momento en el que ya conoces la cara de la recepcionista, que sigue siendo poco amable contigo, y piensas que esas visitas continuas ya valen por una tarjeta de cliente frecuente y, sin embargo, no la tienes; lo que después sientes es ansiedad. Por qué sentimos ansiedad, porque piensas que todo lo que has trabajado en ese mes puede ser en vano, porque de nada sirve lo mucho que te cuides, lo caras que sean las medicinas. Cada vez que ese sobre llega a tus manos, lo único que no quieres ver es un número rojo.
Por lo menos durante un año estuve con esa ansiedad, con esa preocupación de si algún día lograría que mi artritis se duerma, siempre me hace pensar qué fue lo que ocurrió con mi cuerpo, por qué a mí, pero no conseguí nada con eso, lo único que logras cuando decides no enfrentar la enfermedad es más inflamación.
He intentado buscar personas que tengan la misma edad que yo para saber cómo se sienten, qué cambios han tenido en su cuerpo, pero esas salas de hospital están llenas de mujeres que tienen más de 60 años y aunque siga rondando en mi mente el por qué prefiero pensar en las cosas que estoy haciendo bien para dejar atrás esos números rojos.
Y lo he conseguido, por lo menos estoy al filo de lo que se considera normal, intento estar serena porque sé que cuando me altero o los nervio me ganan comienza un ataque. Así que podría decirse que también es muy emocional, el stress, la alimentación, todos son factores importantes que incrementan el dolor o que lo hacen más llevadero. Todo este tiempo escribir lo que me pasa me ha ayudado a desahogarme y abrirme de la manera que mejor me expreso, escribiendo. Quizás también lo he hecho porque busqué mucha literatura y páginas relacionadas con la artritis buscando experiencias de personas como yo. Pero he fallado, o quizás no encontré lo que buscaba. Las páginas especializadas en artritis hacen sus contenidos en base a lo que una persona externa percibe, y no lo que uno realmente experimenta. Yo sé que hay todo un trabajo detrás y los médicos han evolucionado tanto la medicina que cada vez es más efectiva y si Dios quiere pronto habrá una cura definitiva no que la controle, sino que la elimine. Pero las actitudes derrotistas no tienen cabida en la vida de una persona que tiene artritis y ese es todo el material con el que me encuentro. Solo veo cuánto te limita la enfermedad, qué cosas no puedes hacer, cuán doloroso es abrir un frasco de mermelada. Cuando en realidad nadie nos ha dicho que podíamos seguir con nuestras vidas como cualquier otra persona.
He aprendido a manejar mis dos manos, a darme modos cuando no hay personas que me ayuden, el clima me ha enseñado cuándo debo abrigarme y cómo distraerme cuando hay dolor.
Sigo entrenando voleibol, haciendo gimnasio y mantenerme activa es una de las maneras que tengo para afrontar el dolor, los 30 o 31 días del mes no son solo de la artritis, me ocupo de que sean para mí. Hemos quedado en que la mayor parte del tiempo soy yo la que ejerce control sobre ella, no al revés.

Al escribir todo esto, pienso que estoy cansada de leer cuáles son las cosas que no puedo hacer, sé que muchas personas han sido diagnosticadas hace más de 40 años, sé que vivir con esto mientras la medicina poco a poco despertaba con los tratamientos debe ser mucho más difícil de lo que yo estoy viviendo. Pero siempre digo que no estamos solos, las personas que tenemos alrededor nos aman, nos cuidan, no pensar en las articulaciones que nos duelen es no darle chance ni poder sobre nosotros. Mientras más duele tenemos que estar rodeados de las personas que nos aman, mi anestesia para el dolor son esos cuatro pilares que están ahí cuando mis estructuras fallan.

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