Capítulo 6: Hay que seguir andando
Ha pasado un tiempo desde que escribí la última vez. Lo cierto es que he
estado bien, he aprendido a sobrellevar la artritis y no voy a mentir; sigo
teniendo días en los que ella gana por goleada y pocas veces tengo voluntad
para levantarme de la cama.
Si antes he tenido lo que llamo “espíritu libre” esta idea ha crecido más
en mí. Sé que es trillado el discurso que dice que aprendemos a valorar aún más
las cosas que tenemos o lo que somos a partir de algún suceso inesperado en la
vida. Pero mi decisión ha sido demostrarle a esta enfermedad que no va a poder
conmigo. Una vez le dije a mi papá que parecía que la artritis era tan
caprichosa como yo. Pero después de menos de un año hasta bromeo a causa de
ella.
Todo lo que había leído al principio de mi diagnóstico no ha pasado, no he
cambiado, he seguido llevando mis actividades normalmente y he aprendido a
cuidar mucho más de mí. Cuando cuestionaba a Dios sobre su decisión de poner
esto en mi vida, unos meses más adelante entendí lo responsable y fuerte que
puedo ser sobre mi vida. Me gusta mirar alrededor mío y aprender de las
personas y estar orgullosa de que Dios me haya escogido a mí porque conoce de
todas las cosas de las que soy capaz. Mi nivel de tolerancia al dolor ha
incrementado bastante, aunque a veces solo pueda sonreír y fingir que estoy
bien. Pero mientras aprendía a controlarlo también he tenido picos bajos, en
especial cuando aparecía algún malestar nuevo y no sabía identificar el dolor.
Lo último que me frustró mucho fue el dolor en mi mandíbula, no creía
posible que la artritis se sitúe ahí, lloré, renegué y hasta morí de hambre
unos días porque la apertura de mi boca no era suficiente para ingerir
alimentos. Pero estoy aquí aprendiendo de eso.
Mi oración ha cambiado, ya no le pregunto a mi Padre por qué. Le digo que
cada día me haga más fuerte, que me enseñe a tolerar el dolor y que me ayude a
controlarlo con la mente. No he logrado hasta ahora que mi artritis esté en una
etapa pasiva, una vez al mes se manifiesta agresivamente, pero para mí ya es
una victoria que mi PCR esté en 25 o menos. Cuando me diagnosticaron la
enfermedad mi proteína reactiva estaba en 300, eso significaba inflamación en
todo mi cuerpo. Y ahora estoy en menos de 100, yo sé que el doctor hace todo lo
que puede, he cambiado medicinas frecuentemente, he aprendido a sobre llevar
los efectos secundarios, pero algo que pesa mucho es la PACIENCIA.
En general siento la mejoría, antes al despertar cada mañana sentía rigidez
en los dedos de las manos ya no lo siento. De vez en cuando algún dedo está tieso,
pero no son todos. Aquella sensación de electricidad en las manos ya no la
tengo.
Mi primera foto después de mi diagnóstico |
Y sobre la paciencia, ya debería aprender que esta enfermedad se trata de
eso, de la paciencia que pueda tener. Les compartí cómo son mis controles y más
de una vez en lugar de salir optimista he salido más frustrada. De vez en
cuando me gana, me deprime mucho y me consume la tristeza. Se lo he dicho a Quique,
hago todo lo que me dicen que haga, mi dieta ha cambiado radicalmente, hago
todo el ejercicio que puedo y aún así no cede. No quiero guardar nada, pero
prefiero que esas reacciones no sean delante de las personas que me aman, ya sufren
mucho de impotencia. Pero les digo a ellos lo mismo que me digo a mí:
Paciencia. Al día siguiente todo pasa y así es al día siguiente estoy otra vez
demostrándole que no puede conmigo que si ella me ataca yo lo voy a hacer dos veces
más.
Y así estoy cumpliendo todos los anhelos que tengo con ella, va a ser mi
compañera toda la vida. Y si está en la voluntad del Señor el va a permitir que
un día nos despidamos amigablemente cuando la medicina logre encontrar la cura.
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