El mejor regalo 

Hace algunos meses celebré mi cumpleaños número 21. Fue significativo de muchas formas ya que celebraba etapas de mi vida que culminaban o que surgían. Fue el cumpleaños más feliz y triste que me había tocado vivir. No sólo porque algunas personas a quienes amaba no estaban ahí. Sino porque me tocó crecer diez veces más a nivel emocional. 
En fin, después de las sonrisas, del llanto, de las sorpresas, familia y amigos; decidí compartir con algo que escribí ese día. Fue algo que escribí celebrando los últimos minutos de mi cumpleaños, no porque fuera menos importante. Sino que pensar en él, en ellos merecía toda mi atención. Sobre todo merecía que le dedicase un tiempo especial, un tiempo a solas. Un tiempo que considero sólo mío. Sólo nuestro.

Es inevitable que el tiempo tenga que pasar (y pesar) sobre nuestros hombros para que comencemos a apreciar las cosas que realmente valen la pena.
Los detalles más insignificantes ahora nos parecen las acciones más maravillosas del mundo. Todo porque de repente ya no están.
Trato de imaginar como sería el paso del tiempo en nuestras vidas, tú vida. Me pregunto cuántas palabras serían tuyas, mías, finalmente nuestras.
El hecho es que siento miedo del tiempo, le tengo pavor al olvido. Tengo temor de no recordar más tu sonrisa, tengo pavor de no encontrar las palabras exactas que expresen lo que siento; tengo miedo de no hacerte feliz. Incertidumbre de no saber lo que piensas, pánico de que no estés contento con lo que ves (verías) en mí ahora.
Recuerdas cómo corría por los pasillos hasta un lugar que me haga crecer? Y hoy que ya crecí no puedo darte ni un beso.
Hoy, no quiero ni pensar que hubiera sido de nuestras vidas, si no hubieses sido tú. Una y mil veces serás tú, con tu carácter, tus modos rudos y tiernos de ser. Los aciertos y desaciertos que tuviste, con todo eso te amé, te amo y lo seguiré haciendo. Porque nadie más es igual a ti, porque sólo así es mi abuelo.
Hace doce años cesaron las llamadas, recuerdo que eran a mitad de la tarde, mitad de un 29 de diciembre. Sabes, sólo sé que el mejor regalo estos 21 años hubiese sido una llamada. No es que no esté feliz con los regalos, mensajes, besos, deseos de felicidad y tantas otras cosas que tuve. 
Sólo siento que escuchar tu voz entrecortada por el teléfono habría llenado de felicidad mi corazón (mucho más). La última vez que te escuché tenía nueve años, con esa edad me dijiste que estabas orgulloso de mí. 
Ya casi termina mi cumpleaños, y el único beso y abrazo que ansío tener es el tuyo, hoy más que nunca quisiera tenerte a mi lado. Hoy más que nunca quisiera verte. Por favor, nunca dejes de quererme, nunca olvides cuánto te amo. Jamás permitiré a mi corazón olvidarte, sólo espero que sientas tanto orgullo de mí como yo me siento orgullosa de ti.  

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